Ya desde meses antes de hacer la EvAU, y más aún con la situación actual del Coronavirus, uno empieza a hacer planes sobre su futuro: ¿de qué asignaturas examinarme en selectividad?, ¿qué carrera quiero estudiar?, ¿en qué universidad voy a hacerlo?

Las preguntas que nos abordan son múltiples. Y sus respuestas lo son mucho más. Especialmente, si pretendemos estudiar en Madrid. En ese caso, el abanico de posibilidades se abre muchísimo más, y, para muchos, supone un verdadero quebradero de cabeza. Pero la pregunta fundamental que todos se han hecho antes de venir a la capital es: ¿piso o residencia?

Esta cuestión genera grandes dudas a todo estudiante, pues ambas son opciones muy distintas, y ambas tienen sus propias ventajas e inconvenientes. Además del factor económico, nos encontramos con que el estudiante puede querer más o menos independencia. Y esta preferencia va a marcar en muchas ocasiones su decisión.

No vamos a negar que un piso te da toda la independencia del mundo: no estás sujeto a ningún horario ni a ninguna norma, todo lo haces cómo y cuándo quieras. Las residencias universitarias, en cambio, aunque te exigen cumplir con ciertas normas y horarios, te ofrecen muchos servicios que facilitan tu día a día: limpieza diaria de la habitación, te hacen la comida en un régimen de pensión completa, te lavan la ropa etc. todo un lujo, vaya.

Algunos dirían que es como estar en casa, pero hay algo elemental que se les olvida, que es lo que realmente hace que uno se sienta como en casa. Esto es el ambiente. Muchas son las residencias universitarias que son prácticamente como un hotel: uno pasa solo para dormir y comer, apenas haciendo vida allí, no conociendo siquiera a la persona que vive tras la puerta de enfrente.

Este ambiente es el que nos podemos encontrar en el mejor de los casos, pues en el peor extremo de todos están las novatadas. Estas se llevan haciendo durante décadas en muchísimas residencias universitarias de Madrid y en general, de España.

Es cierto que en los últimos años, han adquirido especial popularidad. Y estas están lejos de ser pequeñas bromas sin importancia: muchas son las noticias en las que vemos como se ponía en riesgo la integridad física de algunos estudiantes de primer curso, que eran obligados a beber cantidades ingentes de alcohol o que, incluso, eran abofeteados.

Estas bromas pesadas constituyen una razón de peso para que muchas familias declinen la opción de enviar a su hijo a una residencia universitaria y se decanten por el piso. Muchas familias, sin embargo, olvidan valorar una tercera opción:  los colegios mayores. La mayoría, o nunca ha oído hablar de ellos, o piensan que son lo mismo que una residencia universitaria.

«Lo que me llevo de mi paso por Santillana son los grandes amigos que he hecho. Los guardo para toda la vida».

 

Los que piensan así no pueden estar más lejos de la verdad. Hay una diferencia fundamental entre un colegio mayor y una residencia universitaria, la cual ya hemos mencionado en el párrafo anterior: el ambiente. Lo más valioso que uno va a encontrar en un colegio mayor es el ambiente, la relación que se tiene con los demás. Esto lo corrobora Álvaro, antiguo residente del Colegio Mayor Santillana: «lo que me llevo de mi paso por Santillana son los grandes amigos que he hecho. Los guardo para toda la vida».

Uno piensa que cuando viene a Madrid viene solo a estudiar. Pero abandonar tu hogar deja un vacío que el Colegio Mayor Santillana rebasa, creando un verdadero ambiente de familia que te hace sentir como en casa.

«Recuerdo el primer día que llegué a Madrid. No conocía a nadie, no sabía dónde estaba la universidad, ni siquiera cómo llegar al Metro. Pero poco después de deshacer las maletas, en la cena, conocí a tres o cuatro colegiales de tercer y segundo curso. Ellos me ayudaron a ubicarme en la ciudad, y en el Colegio Mayor. Enseguida congeniamos y nos hicimos inseparables.»

Esto que nos confiesa Francisco, residente de Santillana, es una vivencia muy parecida a la de muchos otros jóvenes que han estado en este colegio mayor.

Sobra decir que el ambiente de Santillana es tan bueno, habiendo tal sentimiento de fraternidad entre sus colegiales, que no hay cabida para la más pequeña novatada. Esto, aunque lo diga la normativa, es algo que está interiorizado por todos nuestros residentes, ya que impera el respeto al otro.

Por tanto, en Santillana, no solo te harán la cama, la comida -excelente, por cierto- y la colada. Además, hay una atmósfera de lo más acogedora -y libre de novatadas, desde luego-, que hará sentir a cualquiera como en casa, a pesar de estar a kilómetros de ella.

Además de todo esto, no podemos acabar sin mencionar antes el Proyecto de Excelencia Personal que ofrece el Colegio Mayor y que, sin duda, es su sello distintivo. Pero explicar todo esto daría para muchos otros artículos que ya podéis encontrar aquí.

Un abrazo.

Pablo Cortina

Autor: Pablo Cortina
Veterano del Colegio Mayor

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