<<Un señor de 88 años quiere calidad de vida, no cantidad>>

CHARLA DEL PROGRAMA DE EXCELENCIA PERSONAL DEL COLEGIO MAYOR SANTILLANA.
Vive una experiencia universitaria plena en nuestra residencia de estudiantes en Madrid.

Comenzamos, no solo el año, sino la década con la sesión del PEP de mano de Francisco Zambrana, que nos viene a hablar no precisamente de los comienzos, sino de finales. Y no son finales particularmente dulces y livianos, sino uno de los finales más duros y lacerantes que puede haber para la vida de alguien. Un final que solo puede traer el cáncer.

Francisco, oncólogo desde hace veinte años, no eligió estudiar una rama de la medicina que fuese especialmente fácil. «He tenido que dar muy malas noticias, de las peores que se les pueden dar a alguien -nos cuenta-, y he tenido que ver morir a muchísimas personas, y, aunque no me acuerde de todas, presenciarlo es algo que me ha marcado y que, con el paso de los años, me ha ido cambiando.»

Uno de los mayores cambios que ha experimentado, es el creciente agrado por mantener conversaciones con sus pacientes. Este gusto lo ha desarrollado, además de por el placer que le aporta, porque estas facilitan enormemente su labor profesional. A este respecto, nos recuerda que, como médico, no se limita a curar pacientes: «Hay dos cosas, la vejez y las enfermedades incurables -como su propio nombre indica-, que no se pueden curar». Ante estos dos casos, el médico debe garantizarle una existencia digna.

«Un señor de ochenta y ocho años no quiere llegar a los cien. Lo que quiere es vivir con la mayor calidad posible el poco tiempo que le queda.»

Para cumplir este deseo, el cual tienen muchas personas, debe descubrir cómo quiere pasar sus últimos días de vida, qué es lo que verdaderamente le importa. Y, para hacerlo, la vía más eficaz es una buena conversación, que se dé a tiempo. La mayoría de los médicos no se preocupan por lo que realmente desea su paciente -aunque cierto es que la falta de personal y de fondos de los hospitales públicos contribuyen a ello-. Esto provoca que mucha gente pase sus últimos días completamente infeliz.

Fotografía: Gonzalo Rodríguez

Un ejemplo de ello es lo que hacen muchos centros para lograr que el enfermo esté protegido, haciendo todo por él y tomando todas las precauciones de seguridad necesarias, de modo que él no tenga nada que hacer. Por ejemplo, si a alguien le apasiona cocinar, no le dejan hacerlo, para que no haga ningún esfuerzo; o le aíslan del contacto con todo tipo de animal para que no le transmitan ninguna enfermedad. Estas precauciones, a pesar de estar tomadas con muy buenas intenciones, son, a su parecer, completamente innecesarias . Insiste en la importancia que tiene permitir hacer al paciente lo que realmente le apasiona y que, además, no es perjuicioso para él; y comenta lo positivo que es pasar tiempo rodeado de animales, especialmente de perros, pues estos, le dan al enfermo muchísimo amor y felicidad, sentimientos que les hace vivir más años -y de mejor calidad, por cierto-. Y esto es algo que no  ha conseguido ninguna medicina, a pesar de los avances tecnológicos.

Y, en cuanto a los avances tecnológicos, comenta su preocupación por cómo será la integración de la inteligencia artificial en el campo de la medicina, la cual se supone que diagnostica mejor que otras personas, por ejemplo, el cáncer de mama. Sin embargo, si esto no se controla es un problema, ya que va a deshumanizar la medicina, y a romper el vínculo médico-paciente, que es importantísimo e irremplazable.

Pablo Cortina

Autor: Pablo Cortina
Veterano del Colegio Mayor

Somos mortales. La medicina y lo que importa al final.
Francisco Zambrana

Médico Oncólogo | Hospital Universitario Infanta Sofía.

📆 16 de enero
🕒 Cena: 20:20h Tertulia: 21h
🏡 C/Marbella 60, 28034, Madrid

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