Si las paredes pudiesen hablar
Mi historia en la historia del Colegio Mayor Santillana
Por Jorge Belmonte
Cuando uno abandona su casa le surgen muchos miedos y dudas. La adolescencia es la etapa de nuestras vidas en la que buscamos independencia. También tener el control sobre nuestras propias decisiones.
Algunos encuentran esa libertad en su propia ciudad, y otros, como es mi caso, decidimos irnos a Madrid, a la gran capital. Dicen que Madrid es la cuna de la libertad, la diversidad y la innovación. Aquel lugar que te permite hacer borrón y cuenta nueva.
La independencia tiene un primer paso indispensable, la vivienda. Dentro de las posibilidades hay de muchos tipos: piso solo o acompañado de amigos, piso con desconocidos, residencias universitarias, residencias de jubilados (éstas se nos pueden quedar un poco lejos), o los colegios mayores en Madrid.
Me vais a permitir que sea completamente sincero, yo no sabía cuál era la diferencia entre un colegio mayor y una residencia universitaria. Incluso ahora, después de tres años aquí, puede que tampoco sepa a la perfección la definición de un colegio mayor. Sin embargo, por mi experiencia en Santillana, etapa que ya llega a su fin, sí puedo explicar con todo lujo de detalles lo que no han tenido otros amigos míos que también han venido a Madrid y yo si he recibido.
Lo primero que puedo decir es que Santillana es mucho más que un colegio mayor, Santillana es mi hogar. Y no porque yo sea excesivamente hogareño sino porque en cada rincón se respira un ambiente de familia. A diferencia de otros colegios mayores con mucha más gente, aquí somos apenas 40 colegiales y la estructura provoca que compartamos muchos momentos juntos a lo largo del curso: comida, deportes, convivencias, salidas culturales, formación y mucho más.
En estos tres años he conocido más de cien personas. Algunos serán amigos para toda la vida, otros me han ayudado a crecer personalmente. Con casi todos he compartido risas y grandes momentos. Lo que puedo decir es que todos han aportado algo a mi vida universitaria.
Los partidos de fútbol, los maratones de películas o las tertulias interminables en la terraza después de comer y de cenar… Son tantas cosas las que voy a echar de menos.
En mi segundo año se inauguró el club de debate, algo que a mí me encantó, y durante este último tuve la suerte de ser yo mismo el encargado de sacarlo adelante. No fue sencillo, desde el colegio mayor fueron bastante exigentes, pero ahora me doy cuenta de que todo lo hacían como preparación para enfrentarme a todo lo que me espera ahí fuera, en la vida real. A mí esto me costó entenderlo, y prácticamente lo interiorice el día que con pena desmonté el cuarto que yo mismo había decorado. Se quedó vacío por primera vez en tres años, pero me alegró pensar que otro colegial comenzará su historia aquí, otro que también llegará a Madrid con ilusiones, al igual que todos los que llegaron antes que yo, y los que se irán después de mí.
Otra de las cosas buenas de este colegio mayor es que no hay colegiales de distintos niveles. Da igual que alguien lleve tres años más que tú, aquí todos somos iguales.
Hoy digo hasta pronto a Santillana, y lo digo con muchísima lástima, porque Santillana siempre será parte especial de una de las etapas más importantes de mi vida.
Si estás leyendo esto y estás dudando si entrar o no a este colegio mayor, aprovecha, es tu año. Van a entrar otras veinte o veinticinco personas de tu misma edad que van a llegar a Madrid con tus mismas inquietudes y tus mismas ganas de disfrutar. En Santillana puedes hacer todo lo que te propongas, pero tienes que luchar por ello, y visto ya con perspectiva, creo que merece mucho la pena.
Una parte de mí sabe que el momento de decir adiós a este hogar que ha sido Santillana ya ha llegado. La otra parte está triste por todo lo vivido en este colegio mayor. Si las paredes hablasen, contarían miles de historias, y algo de lo que estoy orgulloso es de formar parte de la HISTORIA de Santillana para siempre.
Escrito por Jorge Belmonte
Veterano del Colegio Mayor
Estudiante de periodismo