Resumen del encuentro de D. Carlos Osoro con los jóvenes en la universidad. Arturo Peris
El arzobispo de Madrid ha tenido esta mañana, en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense su primer encuentro con jóvenes universitarios. Ha remarcado que la clave para una sociedad dialogante y sana es precisamente la «cultura del encuentro», recordando que la mayor distinción que se le puede hacer a un hombre, especialmente en la tradición oriental es ser invitado a la propia casa y a la propia mesa. «Gracias por acogerme en esta casa», ha señalado dirigiéndose a las vicedecanas de la facultad.
El mayor pecado: no escuchar a los demás
Un auditorio lleno hasta la bandera ha escuchado estas primeras palabras de Carlos Osoro a los universitarios: «El mayor pecado del corazón humano es la insensibilidad para escuchar a los demás».
Y a continuación ha resumido la gran tarea de cristianos y no cristianos: «Hacer del mundo un templo del hombre». Si hacemos del mundo un lugar verdaderamente humano acabará siendo también un lugar de Dios
En la Iglesia de Madrid hay muchas iniciativas de toda índole pero lo realmente necesario es convertirse personalmente. «¡Cuidado con la autoreferencialidad!», un tema que ha trabajado a fondo en su libro sobre la pastoral del papa Francisco, en el que se puede ver la necesidad del cristiano de volver a las raíces de Cristo, quitando importancia a los propios colores y corporativismos.
En concreto, el Obispo de Madrid ha repetido con mucha fuerza «para un cristiano no existen los descartes». La cultura cristiana es contraria a la cultura del descarte. Los cristianos deben favorecer una experiencia como la de Emaús: «Que se queden porque están a gusto».
En este mundo donde todo se convierte en negocio, donde se todo comercia, incluso las personas, «la enfermedad más grave que existe se resume en las tres “d”: desdibujamiento, desesperanza y desorientación».
- Desdibujamiento. El ser humano está desdibujado. Faltan las verdaderas fotografías del hombre.
- Desesperanza. El desencanto se produce en todos niveles. En los pobres porque no tienen nada y en los ricos porque lo tienen todo.
- Desorientación. El hombre no es un vagabundo. Es un peregrino porque tiene metas. Tenemos que plantear horizontes nuevos para la gente. La gente tiene hambre de sentido.
¿A quién deben votar los cristianos en las próximas elecciones?
Las palabras de Carlos Osoro se han desplegado al ritmo de las preguntas que se le han ido disparando, algunas muy impertinentes como la del joven que le ha expresado su perplejidad sobre el panorama político español y su escepticismo a la hora de votar.
El obispo cántabro, en una respuesta que podría ser más bien gallega, no se ha mojado sobre tal o cual partido pero ha dejado muy claro que el cristiano debe valorar la propuesta antropológica de los partidos y votar «a los partidos que hacen del ser humano lo mejor». Citando a Julián Marías, un autor menospreciado por la universidad de su tiempo, añadió que «el ser humano es una criatura amorosa». Es decir, un ser no hecho a sí mismo sino creado por Dios con una clara vocación a amar a los demás con el pensamiento de que el otro siempre se merece más que yo.
A veces hacemos tribus, formamos grupos cerrados. Pero «es necesario construir un nosotros». Y desechar la idea de anular a los que no piensan como uno, que es un modo de no reconocer, y en cierto modo de matar la cultura del otro.
¿Cómo realiza un cristiano su misión?
El obispo de Madrid aseguró que no tenía el “cómo”. La respuesta la tienen los jóvenes, «Yo pongo sólo el título: Comunión y misión: alegría del evangelio». Dios no vino para un grupito. «Hay que salir para regalar libertad. Lo primero es que los cristianos seamos normales. Y cuanto mas metamos a Dios en nuestra vida más normales seremos. El que se arrima a Dios tiene ojos para absolutamente todos. La gente tiene hambre y no quiere que le demos de lo que no sobra».
Para realizar la misión no valen estrategias o normas. «A veces entregamos un cristianismo que es sólo normas». Porque vivimos un cristianismo meramente sociológico. Y es necesario hacer como en la narración del episodio del monte Tabor: «Subir. Contemplar. Trabajar». Primero realizamos el esfuerzo de la ascensión donde se encuentra Dios. Luego viene la contemplación de su belleza, y con esa alegría en el cuerpo nos ponemos manos a la obra. A veces nos enfrascamos en proyectitos y perdemos el norte, que consiste en la transformación profunda de los corazones.
«Joven es el que tiene el radar preparado para captar lo que ocurre a su alrededor»
Un estudiante de derecho hizo una reflexión en voz alta sobre la facilidad que tiene la sociedad actual para manifestarse en la calle, en muchas ocasiones por el mero hecho de quejarse. Y le preguntó al obispo por las convicciones profundas.
D. Carlos nos contó un episodio de su juventud recién ordenado. Cuando trabajaba en Torrelavega ganaba como cura 1.003 pesetas. Vivía en la casa parroquial con otros tres sacerdotes y entonces decidió montar una casita para acoger a chicos sin recursos. 18 chicos que andaban liados con la droga, desescolarizados y sin familia. Con el tiempo aquel lugar fue bautizado como “La Casa de los Muchachos”. Como su sueldo no daba para los 19 empezó a dar clases para ganar algo más. Y enseguida un profesor, que no era practicante, le propuso «Tú, cura, vete a lo que tienes que hacer y que nosotros los profesores reuniremos lo que necesitas».
Con este relato nos quiso fijar la idea de que «el cristiano no habla de memoria. Habla de su experiencia». Algunos tienen heridas por culpa de los cristianos. Y eso no puede ser.
¿Existe incompatibilidad entre fe y razón?
Con esta pregunta se extendió mucho sintetizando su pensamiento en dos ideas.
- Para la primera idea cogió la botella de agua mineral que tenía al lado del micrófono y leyó algunas de las especificaciones que venían en la etiqueta, algunas de ellas tremendamente complejas como la composición mineral, y concluyó que solemos creer en miles de cosas cada día sin cuestionarnos nada, porque al final «¡Creer en la “botella” y no creer en Dios tiene bemoles!». Es necesario volver a crear una cultura de la apertura en la cual la ciencia recibe a Dios con los brazos abiertos. En la mayoría de las épocas pasadas la fe y la razón han convivido produciendo muchos frutos en ambos campos. Eso ha sido lo normal prácticamente siempre.
- Para la segunda idea, desarrollada en un artículo que el Arzobispo escribió hace tiempo, hacía la siguiente reflexión. «En esta mesa hay cuatro micrófonos. Puedo conceptualizarlo y escribir en la pizarra el número 4. Si yo opero con números obtengo números. Pero en realidad es distinto si estoy hablando de objetos, personas etc. La ciencia explica los fenómenos científicos pero cuando existe enfermedad de las tres “d” la ciencia pierde pie para explicar cuestiones más profundas»
La lacra de las sociedades dogmáticas
Según Carlos Osoro se pueden dar dos tipos de sociedad con efectos funestos: las sociedades dogmáticas y las tecnocráticas. Las primeras imponen su ideario por la fuerza. En esto los cristianos no hemos sido ejemplares en algunas ocasiones. Y las segundas son sociedades guiadas únicamente por la utilidad con una cultura del descarte.
Los cristianos debemos aspirar al tercer modelo de convivencia: la sociedad ética. La religión no se puede imponer, requiere un ámbito de libertad para poder vivirse armónicamente. Y viceversa. Para que haya libertad, la sociedad debe permitir que sus ciudadanos vivan su religión en libertad. «La religión es necesaria para la libertad. Y a la vez la religión necesita libertad. Quien elimina la religión crea dictaduras»