ALFONSO RODRÍGUEZ
<< A contracorriente >> Encontrar el cielo desde el infierno
La vida, de vez en cuando, suele darte oportunidades únicas de aprender cosas que, por muy duras que puedan resultar, se te quedan grabadas de por vida. También te otorga la posibilidad de conocer a gente extraordinaria que te permite descubrir el mundo a través de unos ojos que ya lo han explorado.
El jueves 21 de enero de 2021 los ojos que nos mostraron realidades que pocas veces se cuentan fueron los del reputado reportero internacional Alfonso Rodríguez.
Las primeras palabras del periodista fueron para pedir perdón por todas las cosas que no podía contar, ya que entre sus múltiples contactos figuran tanto narcotraficantes como toda una serie de personas que no les temblaría el pulso para tomar represalias contra Alfonso o su familia, por muy amigos que sean.
Las personas no nacen criminales, todos somos niños inocentes con ganar de jugar y ser felices. Pero, en palabras de Alfonso, las circunstancias son las que les llevan a robar, a traficar y, si la situación lo requiere, a pegar cinco balazos en la cabeza a una persona.
Puso de ejemplo a Cádiz, una ciudad que según sus palabras “lleva en paro desde el hombre de Cromañón”, donde son comunes las familias que trabajan de sol a sol para dar de comer a sus hijos, sobrevivir, vivir el presente, con poco futuro.
Es frecuente que a esos jóvenes sin horizonte se les acerque un “hijo de puta” y les ofrezca… 1.000 euros por esperar en la playa durante diez minutos y vigilar si hay alguna patrullera de la Guardia Civil que pudiera frustrar el cargamento de droga procedente del otro lado del estrecho.
¿Y qué es lo normal que pase? Pues que, sin ningún problema, un chaval sin futuro consiga en diez minutos más dinero del que sus padres ingresan en todo un mes de duro trabajo.
Ese es el primer paso de un camino que le lleva a conducir una lancha, porque “pilotas genial”. Y de los 1.000 euros por diez minutos pasamos a 25.000 en media hora. No es que quieras hacerlo, es que no te dejan otra opción, y una vez que estás dentro…es lo único que te queda, no quieres volver a la miseria.
¿Y por qué lo haces? ¿Por tener dinero? Alfonso no cree que sea por eso, sino por “querer ser”. La vida te ha hecho sentir que no vales para nada y, de repente, alguien te hace sentir valorado, importante y, además, cobras mucho dinero por ello. Puede que tu moral dude de si es lo correcto pero “en la miseria es muy difícil educar”.
Esto que estamos contando no es en un país tercermundista, sino en la rica y vieja Europa, cuna del progreso y del estado del bienestar. Pero , ¿qué pasa si no tenemos la suerte de nacer en el primer mundo?
Para explicarnos algo de lo que ha vivido en otros países más complicados y peligrosos nos explicó con todo lujo de detalles algunos ejemplos.
De entre todos ellos, os vamos a compartir el de una mujer (permitidnos que no digamos su nombre) en un campo de refugiados en Bosnia. Alfonso ha tenido la suerte (o desgracia) de vivir en uno de ellos; un sitio que no era precisamente el paraíso, sino un lugar en el que se respiraba odio en cada rincón, entre serbios, ortodoxos, musulmanes, croatas…
La historia comienza con Alfonso pidiendo permiso a un serbio, que parecía ser el mandamás de todo aquello, para entrevistar a aquella señora. Ella era muy reacia a hacerlo, pero el “capo” del campo insistió en que era libre de hacerlo sin problema, porque por supuesto que querían contar todo lo que allí pasaba. Alfonso se llevó su reportaje, su exclusiva y su gran historia, lo que no sabía era que esa mujer recibiría una paliza que la dejaría al borde de la muerte. ¿Su pecado? Alfonso no sabe muy bien si fue contar mucho, contar poco, o simplemente pagó la ira y frustración de alguien que puede encarnar el puro mal hecho persona.
Pero, ¿qué es peor, vivir como esclavos o vivir como animales? Es una pregunta que nos encogió el alma cuando nos contó la historia de los niños peruanos que morían como perros, llenos de pulgas y enfermedades.
Porque, en pleno siglo XXI la gente sigue muriendo de enfermedades que algunos solo hemos visto u oído hablar de ellas en las películas o en los libros de historia. Porque, ¿sabíais que hay zonas del mundo en las que sigue habiendo leproserías? ¿Y que en ellas, miles de niños mueren por no tener medicamentos para tratarlo?
Los ojos de Alfonso no volvieron a ser los mismos cuando vieron el efecto que la lepra hace en la piel de un niño. Lo peor fue que, al descubrir que por 50 céntimos, un litro de medicina podría salvar a decenas de niños, intentó hacerles llegar algo de ayuda, pero se dio cuenta que es imposible porque las mafias no lo permiten.
Alfonso, con todos estas historias nos mostró una realidad que la mayoría no quiere ver
“Nosotros vivimos, hay gente que intenta no morir”
Pero, ¿qué podemos hacer nosotros contra todo ese mal?
Alfonso quiso lanzar una petición a los allí presentes para que ayuden a combatir las injusticias, cada día, sin tener que salir ni siquiera de su barrio.
Nos pidió que tuviéramos mucho cuidado con lo que hacemos y decimos, ya que muchas veces hacemos mucho daño a alguien sin pretenderlo, por hacer una gracia, por ser los “guays”, por ser más que otros.
“No pongáis a nadie ninguna cruz, porque es posible que la carguen durante toda su vida”.
Esto quiere decir no hacer “bullying”, no poner etiquetas que puedan generar unas risas a costa de una persona que lo va a pasar mal mucho tiempo, y quizás durante el resto de su vida. Con un “gordo”, “empollón”, “gafotas” o “tontaina” es probable que nos riamos un buen rato, pero no es menos probable que, esa persona a la que hemos hundido, un día alguien le ofrecerá SER alguien haciendo algo ilegal y, lo habrá pasado tan mal, que lo hará.
Porque es seguro que uno solo no puede cambiar el mundo, pero
“si todo el mundo se hiciera un examen de conciencia exhaustivo, el mundo cambiaría”.
JORGE BELMONTE
Veterano del Colegio Mayor
Estudiante de periodismo
ALFONSO RODRÍGUEZ
<< A contracorriente >> Encontrar el cielo desde el infierno
Reportero internacional
📆 21 de enero de 2021
Tertulia: 21:00 h.
COLEGIO MAYOR SANTILLANA
C/MARBELLA 60, 28034, MADRID